sábado, 23 de junio de 2007

La Dama Blanca (2ª parte)

El Daimio descabalgó furioso y hundió con saña su yari en el inerte cuerpo del jabalí una y otra vez hasta que su jimboari se tiño por completo con la sangre del animal.

- Quiero su asquerosa cabeza – Gritó a uno de sus sirvientes mientras se alejaba de la enorme bestia. Uno de los criados se acercó hasta el jabalí para cumplir con la orden de su señor pero Takeshi se interpuso entre el y la noble bestia y alzo su Katana dejando claro que no iba a permitir que se tocase al animal.

- Insensato ¿Como te atreves a contradecir los deseos del Daimio? – Exclamó el general Ume desenvainando su espada y acercándose hasta el.

Takeshi había firmado su sentencia de muerte pero ya estaba cansado de las veleidades de su señor. Le dolía reconocerlo pero el viejo jabalí que yacía junto a él tenía mucha mas nobleza que el Daimio y había hecho frente a un enemigo superior que insultaba al espíritu del bosque matando por deporte.

-Hazte a un lado Ume – Gritó el Daimio y tras coger su katana se acercó cogeando hacia Takeshi.

Takeshi había actuado de modo irreflexivo pero era un hombre de honor y no estaba dispuesto a enfrentarse con su señor de modo que envainó su espada con un elegante gesto y se arrodilló ceremonialmente ofreciendo su vida para que el Daimo la tomase si así lo estimaba oportuno.

Mientras esperaba a que Tamada lo decapitase con un certero golpe el viejo samurai cerró los ojos, apretó el pequeño amuleto de jade y pensó en su hermosa Akiko caminando desclaza entre los cerezos en flor. Fue entonces, cuando el Daimio alzó su Katana cuando cayo el primero de los rayos y lo hizo sobre el jabalí haciendo que todos cayesen al suelo empujados por el invisible puño de la naturaleza.

Sin tiempo para reaccionar y con todos aun aturdidos sobre el suelo cayó el segundo partiendo en dos un enorme árbol que no quedó envuelto en llamas al instante.

- Hemos despertado las iras del bosque – Gritó Ume que había dejado de ser el valiente general que todos conocían y huía victima de la surperstición.

- Dejemos al maldito animal y regresemos al castillo – Le imploró Suzume al Daimio justo en el momento en que un tercer rayo caía sobre una enorme roca partiéndola en dos con la misma facilidad con que un mazo casca una nuez.

- Salgamos de aquí - Ordenó Tamada y luego se giró hacia Takeshi que aun seguía arrodillado y le dijo – Ya me ocupare de ti en el castillo –

Cuando llegaron al castillo el sol ya se había ocultado y la tormenta que les había acompañado durante su regreso se había convertido en un infernal coro de truenos. Los caballos estaban nerviosos y era difícil gobernarlos y los sirvientes que salieron a su encuentro hablaron de tejas caídas y estandartes desgarrados que no auguraban una noche tranquila.

- Mañana mandaré a buscarte Takeshi – Dijo Tamada intentando aparentar firmeza pese a que a esas alturas ya estaba casi convencido de que algún kami se había puesto del lado del viejo samurai y que su muerte solo podría traerle la desgracia.

El castillo de Junko carecía de las comodidades del castillo principal del clan Minamoto y estaba escasamente fortificado pero en tiempos de paz y para unas sencillas jornadas de caza resultaba más que suficiente. El general Ume había dispuesto que media docena de centinelas guardasen las pequeñas almenas y había ordenado que dos de sus mejores hombres permanecían siempre cerca del Daimio protegiéndolo en sus estancias privadas de la torre.

“Lo que tenga que ser será” se dijo Takeshi mientras tomaba un rápido baño en la tina comunal y una vez limpio se dirigió a su modesta estancia e intentó dormir un rato. Durante varias horas dio vueltas sobre el austero futon pero cuando por fin cesó la tormenta consiguió quedarse dormido. Sonó entonces que volvía a tener 23 años y que Akiko paseaba a su lado en una cálida tarde de otoño. El pecho le latía, se le calentaba, quemaba, ARDIA. Despertó sobresaltado y se miró el pecho comprobando que el pequeño amuleto de jade que le había dado la muchacha ciega emitía una extraña y potente luz verde.

“Algo malo pasa” se dijo y se levantó raudo a por su espada pero antes de llegar a ella tropezó con su arco y su carcaj de flechas y cayó al suelo. No había tiempo que perder así que se olvidó de la katana y salió al exterior con su arco y sus flechas mientras maldecía al joven Aki por no cumplir con su obligación de mantener ordenado su dormitorio.

Cuando salió fuera todo estaba tranquilo y en silencio pero algo raro pasaba pues ninguno de los guardias estaba en su puesto. Fue entonces cuando las nubes se retiraron y la luz de una luna casi llena descubrió las negras figuras de dos asesinos ninja que trepaban por la torra hacia la estancia del Daimio.

Los asaltantes ya estaban muy cerca del estrecho ventanuco y era tarde para dar la alarma de modo que Takeshi cogió una flecha y la colocó en su arco. Cualquier otro en su lugar habría disparado con rapidez fallando el tiro pero él era un consumado arquero y se tomó su tiempo. Tensó el arco con paciencia con un suave movimiento descendente mientras observaba el movimiento de los estandartes calibrando la fuerza del viento y la necesaria corrección en el tiro, contuvo la respiración durante unos segundos y soltó la cuerda con decisión. La flecha surcó el aire describiendo un elegante arco y atravesó el hombro del primer ninja cuando este ya se aferraba al alfeizar. La herida no fue mortal pero fue suficiente para que el asesino perdiese apoyo y se precipitase contra el suelo.

El segundo de los asesinos vio como su compañero caía y aumentó el ritmo de su escalada mientras Takeshi cogía una nueva flecha y repetía, pausada y serenamente, los movimientos del primer disparo. El asesino ya había alcanzado el alfeizar y estaba abriendo una de las contraventanas cuando la segunda flecha de Takeshi atravesó su espalda saliendo por su pecho y haciendo que su cuerpo, ya sin vida, cayese en el interior de la estancia de Tamada.

¡Nos atacan! – Escuchó gritar al general Ume y cuando se giró lo vio plantado en el porche de la estancia principal. Su legendario Tachi estaba cubierto por la sangre del enemigo y el filo de una katana negra asomaba por su hombro izquierdo cubriendo de sangre la mitad de su cuerpo.

Fue entonces cuando descubrió varias siluetas corriendo entre los edificios y comprendió que el ataque era aun más serio de lo que parecía. Necesitaba su Katana pero como aun disponía de dos fechas más de modo que eligió sendos objetivos cerca del establo y acabó con ellos.

Cuando regresó a su dormitorio el conflicto ya se había generalizado y se oían gritos de agonía y el característico ruido de filos chocando. Takeshi cogió su katana y se encaminó hacia la lucha pero una negra figura se descolgó del techo frente a él y le clavó un cuchillo en el costado. El viejo samurai reaccionó con presteza y con su mano izquierda agarro la muñeca de su oponente impidiendo que sacase el cuchillo de su cuerpo para asestarle un nuevo golpe. Luego, y dado que no había espacio para asestarle un tajo, realizo un rápido giro de muñeca y pasó el filo de su katana por el antebrazo de su oponente seccionándole los tendones y haciendo que se retirase un par de pasos.

La herida de su costado era muy fea y el dolor insoportable pero sacó fuerza de flaqueza para aprovechar el hueco que se había creado entre él y su adversario y lanzó un golpe ortogonal que le secciono la carótida. El dolor aumentaba segundo a segundo pero tenía que ayudar a los suyos de modo que apretó los dientes y salió fuera.

Varios ninjas estaban arrodillados en el suelo rodeados por los hombres del general Ume que levantaba su tachi gritando victoria.

- Takeshi. Takeshi me ha salvado – Escucho gritar a Tamada y cuando alzo la vista hacia el torreón su mirada se encontró con la del Daimio que ya no lo miraba con odio sino con admiración. Suzume y varios compañeros corrieron hacia el para felicitarle pero cuando llegaron hasta el viejo samurai lo único que pudieron hacer es recogerlo antes de que cayese al suelo.

© Coronel Nathan Kurtz (JFM - 2007)
Probhibida la reproducción de este relato

1 comentario:

butherfly dijo...

Has captado mi atención con tu relato... esperaré ansiosa la tercera parte...
Como siempre, tus escritos logran atraer... y sinceramente me gustan
Besucos de cariño